Amigo querido, te fuiste al cielo. Que triste noticia nos diste. Nos hiciste derramar lágrimas como si se tratara de un hermano. Mi corazón así lo siente. Dios te tenga en la gloria mí querido amigo e ídolo de Atlético. Eras una excelente persona, pero en realidad no hay calificativos para todo lo que fuiste. Te mando un abrazo al cielo. Gracias por todo lo que me enseñaste.
Llegaste en silencio y, a fuerza de goles, te ganaste rápidamente el cariño de todos. Siempre con humildad, la gente te adoptó como un tucumano más. Todo eso significó que Pumas de México se fijara en vos. Y tus goles se fueron a miles de kilómetros.
Te preocupabas por nosotros, que éramos los más chicos, siempre. Nos apoyabas, nos aconsejabas, nos cuidabas e incluso a mí me alojaste en tu propia casa, con tu familia. Eras muy leal. Compartimos muchas cosas en el fútbol y en la vida. Cuando me fui a jugar a Venezuela siempre estabas en contacto, escribiéndome o llamándome para aconsejarme y apoyarme. Hasta siempre ídolo, te ganaste esa palabra de parte de todos, merecidamente.